Elogio del Grigio

Cuando la filosofía pinta con sus tons grises, ya ha envejecido una figura de la vida que sus penumbras no pueden rejuvenecer, sino sólo conocer; el búho de Minerva sólo alza su vuelo en el ocaso. — Georg Wilhelm Friedrich Hegel

Esta casa, construida en el límite de la ciudad de Castiglione delle Stiviere, en la ladera de una colina de morrena al sur del Garda, está inspirada en la visión del lago nublado. La fachada aparece en forma de miniatura de palacio, con una simetría de aberturas alargadas, un arco de entrada y un techo a cuatro aguas. Como una antigua morada de la llanura, esta domina el lado del edificio que da a la puesta de sol. Según Hegel, el conocimiento es un discernimiento de grises. Y este proyecto de arquitectura es un giro en torno a una verdad. El alma de esta casa, por tanto, se dispone a escuchar lo que no se dice. En su interior, una sala que mide 10,1 x 4,36 x 5,23 metros, reúne ecos distantes, ampliando la geografía de un lugar en tiempos aparentemente lejanos: los salones rectangulares de Marrakech, los ‘espejos’ entre las ventanas de Venecia y los hammams de mármol de Estambul atravesados por aguas ocultas. El salón de la casa de los grises es, por tanto, una constelación cambiante de imaginarios. Sus formas-ideas habitan un espacio diáfano. Los gradientes tonales unen y distinguen a la vez, confiriendo ese carácter psicológico del leitmotiv wagneriano que teje subtextos. Así que, a través de la facultad adquirida de una conversación, la virtud del gris reconstruye una arquitectura de cromatismos.